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RITOS Y EXORCISMOS

 
Aunque los cultos varían profundamente de lugar a lugar, por lo diverso de las creencias, es posible, no obstante, hallar elementos comunes de carácter ritual entre las diversas poblaciones del planeta. Por ejemplo, cabe decir que toda manifestación de la vida de los indios, incluso en diversos continentes, está íntimamente relacionada con la religión que profesan.
 
Cada acto del hombre, desde que nace hasta que muere, está marcado por una ceremonia especial, si bien muchas veces de ellas no se conoce exactamente ni el significado ni el origen.
 
La mentalidad de muchos pueblos de la Tierra es de una extremada simplicidad. Unos son materialistas en grado sumo, seguros de que nadie sabe por qué el género humano ha venido al mundo. Afirman, eso sí, que las fuerzas de la Naturaleza rigen el universo. Y lo gobiernan con un orden y una precisión admirable. Pero la cuestión está en saber quién instituyó y sigue manteniendo esas fuerzas.
 
Científicamente hablando, toda afirmación tiene que sustentarse en pruebas irrevocables. Entonces, al observar que los pueblos materialistas son los primeros en frecuentar ciertas reuniones secretas con el único fin de rendir culto a determinados espíritus, nos hace pensar en dónde empieza la realidad y acaba la ficción.
 

En la práctica de la vida cotidiana y en cualquier rincón del mundo, los hechiceros son personajes aceptados y reconocidos por muchos. Tal vez el nombre "hechicero" no sea el más adecuado hoy día para definir colectivamente a todos quienes practican la magia blanca, la medicina y la magia negra. En determinadas regiones se emplea el término genérico de brujos, que asimismo comprende a los buenos y a los malvados.

Por ejemplo, en América Central, malvados son los que echan el mal de ojo y pueden matar a distancia. Los indios y ladinos actuales de aquellas regiones creen que los brujos malvados han vendido su alma al diablo, obteniendo en contrapartida la facultad de enviar enfermedades y la muerte a las víctimas, de acuerdo con los siguientes sistemas:

 
- Controlando los vientos maléficos.
 
- Sepultando, acuchillando y atormentando una imagen.
 
- Enviando un insecto o animal, portador de una enfermedad o de la muerte.

Para ciertas personas parece claro que la creencia del alma vendida al diablo es de reciente institución, porque Satanás no existía en el orden prenatural de estos pueblos o grupos étnicos, ya que atribuían cada mal a un espíritu específico y no tenían idea del Soberano del Mal. Es curioso comprobar, no obstante, que los brujos y magos usaban el mismo procedimiento para hacer morir a una persona, tanto en América como en Europa, antes del descubrimiento de América.
 
Asimismo, está demostrado que, en ambos continentes, desde la más remota antigüedad, para hacer morir a una persona, los brujos sólo pedían unos cabellos y un pedazo de vestido de la víctima. Con ello fabricaban un muñeco, que introducían en un horno de carbón o de leña, en cuyo momento invocaban a las potestades infernales mediante unas fórmulas mágicas. Después introducían en el horno un preparado elaborado con sapos, hierbas y otros ingredientes, cuyo secreto sólo era conocido del mago en cuestión. Esta operación se hacía en varios días hasta que, finalmente, enterraban lo que quedaba del muñeco en un cementerio. Y con esto terminaba el sortilegio, y la persona elegida debía morir. Aunque a veces no moría. La gente, entonces, aseguraba que, a los primeros síntomas del mal, la víctima había ido a ver a un hechicero, el cual conseguía averiguar quién era brujo malvado, yendo a verle y obligándole a retirar el conjuro.
 
Según mucho brujos centroamericanos, el momento más favorable para que se introduzcan en un cuerpo humano los espíritus malignos, es cuando el sujeto se ve lleno de "susto" o "espanto". En líneas generales podemos indicar que susto indica un miedo o espanto menor, mientras que espanto es lo que suscita un terror grande.


 
Según los cánones de la medicina india, toda enfermedad se inicia con un susto o un espanto, salvo aquéllas en que la sangre se enfría en las venas, o se hiela por completo. Esta creencia coincide con la expresión "se me ha helado la sangre en las venas", significando que se ha tenido una fuerte impresión, y es de uso corriente en todas las lenguas europeas. En consecuencia, el primer examen realizado por un médico-brujo, antes de pronunciar su diagnóstico, tiende a averiguar cuándo y dónde el paciente ha sido víctima de un susto físico o moral.
 
Es un espanto moral, por ejemplo, el de una persona que ve salir a su amigo o cónyuge de la casa de su amante. Este individuo en tal caso puede llegar a enfermar por culpa de su desconsuelo. Y el hechicero deberá efectuar una labor muy parecida a la de los modernos psiquiatras que, en realidad, no han hecho otra cosa que poner de moda el sistema de cura más antiguo del mundo, y que en la América Central lo descubrieron los mayas.
 
El brujo, en efecto, induce al paciente a que cuente todo lo que se le ocurra, sin preocuparse de lo que diga. Y cuando esto esté conseguido, entonces el brujo le hará ver al paciente en qué rincón de su espíritu estaba escondida la culpa o el motivo verdadero de su desgracia o desconsuelo, ya sea éste espiritual o físico. El sistema seguido en el psicoanálisis obliga al paciente a cerrar los ojos, mientras el médico analista se queda aparte. En cambio, el brujo de Centroamérica no aparta ni un instante su mirada de los ojos del paciente, si bien su forma de contemplarlo y observarlo posee una peculiar expresión que anima al paciente a contar todas sus cosas, sintiéndose amparado y protegido al ver aquellos ojos que sólo lo miran fijamente para ayudarlo.
 
Con el sistema indio, el desahogo espiritual suele ser mucho más completo y preciso, porque el brujo puede leer en la mirada cualquier vacilación, cualquier temor o pudor, y cualquier sobresalto, pudiendo con ello captar el punto álgido del relato.
 
Conocer ciertas cosas del espíritu siempre será lícito, pero adentrarse inconscientemente por ciertos derroteros del más allá puede incluso llegar a causar graves trastornos.
 
La búsqueda del "susto" o "espanto" es un poco difícil. Por lo menos, así lo explica un brujo indio, ya que según él, el enfermo puede haberse atemorizado verdaderamente por una causa determinada, pero a menudo resulta difícil averiguar el motivo exacto, y entonces las indagaciones deben profundizarse, porque sin haber esclarecido la causa no es posible curar el efecto.
 
Cuando intentamos examinar lo que parece suceder cuando un hombre o una mujer se unen al culto de las brujas, que rinden adoración al diablo, es necesario hacer constar que su pleno conocimiento presupone una base mental y material, que comprendemos sólo parcialmente, dado que la mayor parte de ellos guardan el más estricto silencio al respecto. Y esto sucede en todos los continentes. Hoy en día no suelen ocultar el hecho pero sí el secreto del rito.

Es verdad que muchas de las brujas son personas neuróticas, que no necesitan ninguna ayuda para que sus propias y deformadas costumbres proclamen que toman parte en escondidas orgías, en las que suelen practicar la emocional masturbación en grupo. Aunque el escepticismo siempre ha rehusado admitir estas cosas, considerándolas imposibles, a no ser que fueran alucinaciones a partir de la confusión de sentimientos o de la tergiversación del lenguaje, algunos exámenes antropológicos han demostrado que existen casos que atestiguan que muchos de los fenómenos atribuidos a las brujas existieron tal como han llegado hasta nosotros. Así, cuando copulaban con el diablo querían dar a entender que lo hacían con la personificación de él, en el jefe de la "sociedad".
 
Su intención más íntima, cuando copulaban con el diablo era algo así como pedirle que se posesionara con ellas, al igual que lo estaba del hombre con el cual realizaban el coito. De ahí que los jueces medievales estuvieran más interesados en la experiencia e intención psicológica, que en hacer objeciones a la manifestación física de todo ello.
 
La fuerte preocupación sexual en las brujas se aduce, también, como indicativo de la firme resolución de quebrantar los preceptos divinos, al mismo tiempo que satisfacer al diablo, entregándose a él en cuerpo y alma. De ahí que, las brujas propiamente dichas, rindan invariablemente un culto fálico, y sus prácticas sean orgiásticas, y sus secretos dirigidos a facilitar o impedir la fecundidad.
 
A veces se arguye que los juicios de brujas fueron preparados de antemano, siendo una ridícula invención, en la cual las víctimas eran torturadas para confesar, a pesar de que no hubiera ninguna base, los hechos que se les imputaban. Sin necesidad de recurrir al hecho histórico, se puede replicar a esta objeción, que el fundamento del mecanismo implicado en el culto de las brujas testimoniaba una conexión con las primitivas prácticas de los adoradores de Satanás. Y aunque se dieran pequeñas variantes, en toda Europa las brujas confesaron, a menudo libremente, prácticas que eran sustancialmente las mismas. Si lo que ellas deseaban era agradar a sus jueces y obtener la libertad, no hay razón para no pensar que hubieran confesado cualquier otra clase de culto diabólico, o inventado diversos relatos de Satanás y de sus exigencias. Asimismo, son coincidentes las aseveraciones sobre las actividades luciferinas, las cuales siempre andan por el camino de la persuasión y la astucia. El que todas actuaran así, supone que las prácticas, con los requerimientos pertinentes son, con algunas pequeñas diferencias, una prueba de un movimiento general que siempre ha existido, y que en nuestros días vuelve a tomar incremento, contradiciendo por una parte y favoreciéndolo por otra, el mundo materialista en que vivimos.
 
 
 

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