que del trato familiar, y continuo,
que os mereció vuestra dicha,
tener con el Niño Jesús,
y con la Reina Niña María,
a título de muy cercano pariente
a título de muy cercano pariente
de uno y otro, mirando tan divinos
a estos, desde tu Oriente,
te inflamaba la voluntad a quererlos,
servirlos, y respetarlos,
con los mismos soberanos influjos,
con los mismos soberanos influjos,
que arrojaban a vuestra alma purísima,
por los méritos infinitos del mismo Jesús,
y por las virtudes singularísimas,
y por las virtudes singularísimas,
y privilegios, de la misma Madre de Dios,
y Señora nuestra concebida en gracia: