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LAS LEYES DEL DESEO


Cuan a menudo nos hemos dado cuenta de la verdad de esta declaración, cuando, habiendo puesto en movimiento la rueda del deseo, obtenemos aquello largamente deseado, en un momento cuando ya no sentimos anhelo alguno por eso. Hemos iniciado el funcionamiento de la Ley, y la Ley debe cumplirse. Las leyes subyacentes al Tiempo y al Espacio no trabajan conjuntamente con las leyes del Deseo, a menos que se las evoque especialmente; consecuentemente, el efecto del Deseo a menudo viene en un tiempo inoportuno, por lo menos en que concierne a las opciones del Ego.

Sólo después de muchas experiencias amargas, el Ego despierta y comienza a reconocer algunas de las leyes que operan en los diferentes planos de actividad. A menudo, estas experiencias son productoras de tanta angustia, que del miedo a la repetición de la angustia, el Ego casi cesa su actividad. La cesación de la actividad es la muerte. Para vivir, debemos ser activos, debemos desear. El deseo fue y es el originante del mundo, y la fuerza que lo impele, aquello que nos lleva a todos adelante hacia la meta de la evolución.

Cuando el Ego empieza a diferenciar entre los resultados alegres y los resultados afligidos como producto de su deseos, entonces desarrolla la discriminación. La discriminación es uno de los primeros pasos definidos, que más tarde conducirán el Alma a Dios. Es la Vida de Mercurio, el niño, que conduce al Peregrino hasta el Paraíso.
 

INTERPRETACIÓN DE LA TABLA ESMERALDINA


INTERPRETACIÓN DE LA TABULA SMARAGDINA
 
El artista Matthieu Merian emprendió un proyecto muy especial cuando comenzó un meticuloso grabado para ser incluído en la Opus Medico-Chimicum de Daniel Mylius, que se publicó en el año 1.618. Merian tituló su trabajo Tabula Smaragdina, que es "Tabla Esmeralda" en latín; su meta era incorporar todas las verdades contenidas en la Tabla Esmeralda en una visión que inspirara asombro. Este bello trabajo muestra en dramático detalle el nacimiento de la Piedra de los Filósofos cuándo deja el cielo y desciende a la tierra. El cuadro inmediatamente se convirtió en favorito entre las varias docenas de mandalas simbólicos que los alquimistas usaban para meditar, y muchos alquimistas medievales se sentaron a contemplar por horas este llamativo dibujo, tratando de absorber su poder.

Lo primero que nota uno al observar el cuadro, es su división obvia entre el Arriba y el Abajo; la delgada línea entre ambos señala que estos son reinos muy diferentes. Arriba, el más grande Sol de la Mente Una, cuyos rayos abarcan el universo entero, se eleva por detrás del Sol del Cielo o lo que Hermes llamó "La Mente del Hacedor". Este Sol intermedio es dominado por veintinueve querubines o fuerzas arquetípicas. En numerología el número veintinueve es equivalente al número dos, lo que entonces significa la división embrionaria de la Mente Una para crear la Mente del Hacedor, que lleva a cabo la creación primaria por medio de "pensamientos cristalizados de Dios"... los arquetipos.
 
Las tres presencias solares flotando entre los ángeles, representan los tres elementos celestiales expresados como la Trinidad Santa: Azufre (el Tetragrammatón de Jehováh el Padre al centro), Mercurio (el Hijo, el Cordero de Dios Sacrificado), y la Sal (la Paloma, Espíritu Santo escondido en la materia). En los términos genéricos de la Tabla Esmeralda, esta trinidad se compone de la Mente Una, el Proceso de Transformación y la Cosa Original.