¡Oh Santísima Virgen María!
tú eres nuestro tesoro.
Con el corazón lleno de confianza,
vengo a pedirte la gracia
de participar de los frutos
de tus lágrimas benditas.
Madre de la divina gracia
te encomiendo todas mis angustias y necesidades,
para que, conformándome con la Voluntad Divina,
pueda por los méritos de tus lágrimas,
soportar los trabajos y aflicciones de la vida.
Madre del Divino Amor
tú has llorado porque me has amado,
por eso tus lágrimas serán siempre para mí
como fresco rocío, y una inagotable fuente
de gracias para mi alma agradecida
y llena de amor filial.