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RELACIÓN MENTE Y CUERPO EN LA CURACIÓN DE ENFERMEDADES


Para cambiar el cuerpo cambiemos la mente.
 
Tenemos la capacidad de cambiar lo que nos sucede en el cuerpo si cambiamos nuestro estado de ánimo, la prueba de ello son los placebos, ya que cuando los utilizamos en una gran parte de ocasiones producen curaciones. Por lo tanto, cuando experimentamos procesos que lo alteran (como pueden ser la meditación, la hipnosis, la visualización, la psicoterapia, el amor y la paz interior) nos abrimos a la posibilidad de la curación y el cambio.

Puede producirse una transformación particularmente espectacular cuando una persona con el trastorno conocido como personalidad múltiple o personalidad escindida pasa de una personalidad a otra. Antes se solía considerar un fenómeno como sumamente raro, pero en la actualidad este trastorno es mucho más común, como lo son también las circunstancias que, según parece, lo originan, es decir, los malos tratos a los niños.

Al parecer, algunas víctimas de malos tratos aprenden a desconectar su personalidad nuclear cuando el sufrimiento que deben soportar es demasiado; así pueden adoptar instantáneamente el ropaje de una de las otras personalidades (de las que puede haber docenas) cuya función consiste en proteger al niño. Aunque no se puede decir con seguridad cómo se produce el cambio, parece que estuviera en juego alguna forma de disociación por autohipnosis.


Una paciente con personalidades múltiples que conocí solía someterse a ciertas pruebas y análisis médicos con una determinada personalidad, porque con ella los diversos procedimientos no le provocaban dolor, miedo ni incomodidad. Terminados los análisis, volvía a su personalidad dominante.

En términos fisiológicos, sin embargo, las diferencias entre las personalidades que presentan estos pacientes pueden ser sorprendentes y a veces increíbles. Hay ciertos rasgos fisiológicos que consideramos fijos, como la diabetes, la dominancia de la mano izquierda o de la derecha, las alergias o el daltonismo. Parece, sin embargo, que las personas con personalidades múltiples pueden ser alérgicas a los gatos o al zumo de naranja en una personalidad pero en las otras, pueden exhibir quemaduras en una de ellas pero no en las demás, pueden ser sensibles a ciertos fármacos en una personalidad y no en las otras, o pueden incluso pasar de ser diestras a ser zurdas según la personalidad. Conocí a alguien que guardaba media docena de pares de gafas diferentes en su mesita de noche, porque no sabía quien sería al despertarse. También me han hablado de una mujer con este trastorno que se embriagó en una fiesta, y cuando sus amigos le dijeron que no condujera en ese estado, respondió: "No os preocupéis, que las otras no me dejarán. Una de ellas se hará cargo".
 
Brendan O'Regan, en cuya publicación informativa Investigations ha aparecido un informe sobre el estado actual de las investigaciones referentes a estos casos, dice que ha oído hablar incluso de una mujer a quien los ojos le cambiaban de color al pasar de una personalidad a otra. La razón de que el estudio de este tipo de trastornos sea de interés general es que revela la posibilidad de hacer cambios en el cuerpo a partir de cambios en la personalidad.
 
Imagina lo que sería, por ejemplo, tener al alcance de nuestro poder consciente esa increíble farmacia de sustancias de que se vale el cerebro para sanarnos, es decir, los neuropéptidos. El bioquímico Nick Hall, de la Universidad George Washington, es uno de los investigadores que están trabajando sobre esta posibilidad, estudiando los efectos de la meditación y de las visualizaciones positivas sobre la inmunidad. En una entrevista con Rob Wechsler que se publicó en la revista Discover, Hall se refirió a una conferencia que dio en una ocasión a un grupo de personas de quienes esperaba que se resistieran a su teoría de un matrimonio mente-cuerpo que afecta tanto a la psicología como a la inmunología y la neuroendocrinología.
 
- Sabía que tenía que hacer algo que les llamara la atención (relata), de modo que subí al podio, me saqué un libro del bolsillo de atrás del pantalón y empecé a leerles un fragmento erótico de El amante de Lady Chatterley. Cuando terminé y los tuve a todos convencidos de que me había vuelto loco, los miré y les dije: «Si el eje de la reproducción se puede excitar con procesos puramente mentales, ¿por qué no se ha de poder hacer lo mismo con el sistema inmunitario? Tal como lo demostró Hall, presumiblemente con gran satisfacción de su público, las imágenes mentales pueden tener un efecto tan poderoso corno las del mundo externo.
 
Ruborizarse es otro ejemplo de una reacción del cuerpo ante algo que puede ser un hecho puramente mental. Todo el mundo está de acuerdo en que hay reacciones físicas mediadas por la mente, pero ¿qué pasa con el sistema inmunitario? ¿Se puede activar realmente con la mente? Si puedo llegar a cambiarme en la medida suficiente, ¿es posible que el nuevo yo rechace mi enfermedad como algo ajeno? esos cambios tan espectaculares se pueden conseguir.
 
Empieza a haber una cantidad impresionante de investigaciones que documentan las maneras en que se unen entre sí la mente y el cuerpo, el cerebro y el sistema inmunitario. Aunque es necesario trabajar mucho más para descubrir la trama de esta red de comunicaciones tan increíblemente compleja, lo más importante es que ahora sabemos que, efectivamente, estas comunicaciones se producen.


En 1964, el doctor George Solomon, que es miembro de la facultad de medicina de la Universidad de California, tanto en San Francisco como en Los Ángeles, publicó un artículo titulado «Las emociones, la inmunidad y la enfermedad: Conjeturas sobre su integración teórica.». Sin embargo, el año pasado, junto a la palabra «conjeturas» el doctor Solomon escribió: «Ya no lo son». Cuando escribió su artículo, hace más de tres décadas, Solomon partió de una única hipótesis: la de que «el estrés puede ser inmunosupresor». Pero ya hace tiempo que él y otros investigadores han demostrado que esto es verdad.
 
Hacia 1985, Solomon pudo proponer y defender un total de catorce hipótesis referentes a las interacciones entre el sistema inmunitario y el sistema nervioso central, y según su último recuento, la lista ascendía ya a treinta y cinco de estas hipótesis, para cada una de las cuales existen en la actualidad diversas cantidades de pruebas irrefutables. El doctor Solomon sigue firme en su empeño de abrir nuevos caminos en este campo, el de la relación entre las emociones y la enfermedad, y ha ampliado su trabajo con pacientes de cáncer al terreno de los afectados por el sida.
 
En un artículo sobre la supervivencia prolongada de algunos enfermos de sida, el doctor Solomon, la doctora Lydia Temoshok y otros colegas enumeran dieciséis factores emocionales y pautas de comportamiento importantes que afectan a la longevidad. Por el momento, lo que importa es saber, simplemente, que se puede trazar un perfil psicológico bastante detallado de la personalidad del superviviente, y que el cambio psicológico que permite sanar es válido para todo el mundo. Si no lo fuera, el hecho de identificar las características del superviviente no tendría ningún sentido práctico.
 
 

 

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