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ANTIGUA DEVOCIÓN DE LOS CIEN RÉQUIEM PARA ENCOMENDARSE A LAS BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO


Esta, es una antigua devoción Carmelita que se realiza para pedir favor y en agradecimiento a las ánimas del purgatorio cuando les hayamos hecho alguna petición. De esta manera conseguiremos indulgencias para ellas.
 
Las peticiones a las ánimas son muy frecuentes y gozan del fervor popular. Santa Catalina de Bolonia dejó escrito, que muchas veces se obtiene más fácilmente las gracias que deseamos por medio de las almas buenas que están el purgatorio, que por la intercesión de los santos.
 
Para rezar esta bendita devoción, existe un rosario específico de 100 cuentas pero también se puede utilizar un rosario común de cinco decenas, recorriéndolo dos veces para formar las diez decenas, o sea la centena de Réquiem.
 
Se empieza rezando un Padrenuestro y después una decena de Réquiem en esta forma:
 
"Dadles, Señor, el eterno descanso y haced lucir sobre ellas vuestra eterna luz."
 
En cada cuenta grande se dirá la jaculatoria y ofrenda siguientes:



JACULATORIA

"Almas santas,
almas purgantes,

rogad a Dios por nosotros,

que nosotros rogaremos por vosotros
para que El os dé la gloria del paraíso."

OFRENDA

"Padre eterno,
os ofrecemos la sangre,
pasión y muerte de Jesucristo,
los dolores de la Santísima Virgen
y los de San José,
por la remisión de nuestros pecados,
la libertad de las almas del Purgatorio
y la conversión de los pecadores."

En seguida se rezan la segunda y demás decenas de Réquiem sobre las cuentas pequeñas, repitiendo la jaculatoria y la ofrenda sobre cada cuenta grande.
 
Acabadas las diez decenas, o sea la centena de Réquiem, se rezará la siguiente oración:

DE PROFUNDIS
Salmo CXXIX de David


Desde el profundo abismo de mis penas
a Ti clamo, Señor, de noche y día;
oye, mi Dios, los incesantes ruegos
de un corazón contrito que se humilla.

Estén gratos y atentos tus oídos
a mi voz lamentable y dolorida:
a Ti mis ¡ay! y gemidos lleguen
pues a escucharlos tu piedad se inclina.

¿Si siempre airado tus divinos ojos
sobre las culpas de los hombres fijas,
quién estará confiado en tu presencia,
confundiéndonos sólo ante tu vista?

Más la eterna palabra de tu seno
que aplaque espero tus terribles iras;
porque son inefables tus promesas
y con tus gracias al pecador invitas.

Así aunque mi alma acongojada gime
contemplando el rigor de tu justicia,
por tu palabra la indulgencia espera,
de que la hacen culpas tan indigna.

¡Oh pueblo electo! De mañana y noche,
en todos tus peligros y fatigas,
acógete al Señor con la confianza
que en su ley soberana nos intima.

Porque es inagotable su clemencia;
se muestra con los flacos compasiva;
de todas sus miserias los redime,
y siempre que le claman los auxilia.

Este Dios abrevie el tiempo
en que logre Israel su eterna dicha
cuando de tus pecados la liberte,
que con tanto rigor la tiranizan.


Encomendémonos ahora
a las almas del Purgatorio y digamos:

¡Almas benditas!
nosotros hemos rogado por vosotros
que sois tan amadas de Dios
y estáis seguras de no poderlo más perder:
 
Rogadle por nosotros miserables
que estamos en peligro
de condenarnos para siempre.

¡Dulce Jesús, dad descanso eterno
a las benditas almas del Purgatorio.

 
 

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