Todos los que en alguna ocasión hayamos experimentado el efecto placebo sabemos que tiene un papel que desempeñar en la indagación de la conexión entre mente y cuerpo.
Se trata de que algunas personas que, por razones que todavía desconocemos o que solamente estamos empezando a entender, mejoran, se curan rápidamente o experimentan un inmediato alivio del dolor que padecían después de tomar un placebo, que es simplemente una sustancia inerte o un procedimiento simulado, sin ninguna propiedad que le permitan funcionar como agente curativo.
En algunas ocasiones el resultado que se obtiene es negativo: hay quienes sufren efectos secundarios no solo graves, sino también desagradables. En esos casos o situaciones, a la sustancia o procedimiento que desencadena los efectos secundarios no se la llama «placebo», que significa «complacer», sino «nocebo».
Tanto con los placebos como con los nocebos, lo que en última instancia provoca el resultado son las expectativas generadas por la sustancia o por el procedimiento.
En ocasiones, el efecto puede ser inducido simplemente por las palabras o por la actitud de un médico, un sanador o de otra figura de autoridad.