Un hechizo propone la obtención de algo mediante un procedimiento anormal, sin la menor relación con el objeto buscado o lo que se pretende conseguir.
En las Bucólicas, de Virgilio, ya se hablaba de hechizos. Allí, una campesina, con la ayuda de su sirvienta, provoca, con ayuda de hechizos y magia, el regreso del infiel amante.
En el hechizo impera, ante todo, cierta lógica. El ser humano ya no desperdicia energía buscando analogías entre los procedimientos mágicos empleados y el objeto que trata de conseguir.
Por ejemplo, para penetrar en el pensamiento ajeno hay que llevar una lagartija dentro de un frasco, en el bolsillo. Un enano crecerá si, al toque de Aleluya del Domingo de Gloria, se cuelga por las manos de la rama de un árbol o del marco superior de una puerta. La fea se volverá hermosa si a la medianoche de San Juan se lava la cara con agua de nueve fuentes o de nueve pozos distintos. Asimismo, será bella si se come una cereza negra y se toca la cara al mismo tiempo.
Por ejemplo, para penetrar en el pensamiento ajeno hay que llevar una lagartija dentro de un frasco, en el bolsillo. Un enano crecerá si, al toque de Aleluya del Domingo de Gloria, se cuelga por las manos de la rama de un árbol o del marco superior de una puerta. La fea se volverá hermosa si a la medianoche de San Juan se lava la cara con agua de nueve fuentes o de nueve pozos distintos. Asimismo, será bella si se come una cereza negra y se toca la cara al mismo tiempo.